14.12.05

12:32 p.m.

Ayer tenía el alma enferma.

O quizás la tenía despegada,

pero mi temperatura no era la promedio

y un halo soporífero me acompañaba a donde iba.


¿La idea de la muerte rondándome otra vez?


¿O sólo el resultado de pocas horas de sueño,

o de una discusión inacabada?

¿O es quizás el smog y las horas exageradas de televisión?

No quisiera incluir en las culpas al sol, tan extrañado.

Ahora sale todos los días, y hace sus 8 horas con sobretiempo.

Y nadie le paga.

Y él no se queja.

Yo sí.


Me quejo de las angustias, de los dolores de cabeza.

De los músculos tensos y de las censuras.

Me quejo.


Lo bueno es que hoy ya no me siento como ayer.

Ahora tengo dos cojines en vez de uno

y todo es más suave.

Ojalá dure.