6.12.05

LA FÉMINA

Descubrí en sus ojos aterrorizados que yo había dedicado demasiado tiempo e imaginación a un fantasma.

Yo me estremecía al contacto con sus labios y cuando maniataba mis brazos en nuestros juegos de cama.

Ahora suplica a mis pies, desparramado en el suelo, tratando a ratos de sostenerse sobre sus rodillas. Un fantasma.

Yo era adolescente, una niña propensa a creer. Él era una fábrica de sonrisas, una ciudad repleta de oportunidades, una promesa garantizada. Y desapareció, con mi televisor y mis pocos ahorros.

Qué paradoja saber de él por el trabajo. Es más, que él sea mi trabajo esta vez. Desde que vi su nombre en la lista, el escalofrío fue un relámpago, fue abrasivo, se instaló en mis poros. Esa sensación exigía apresurar el reencuentro.

No he venido por el pasado, le dije empuñando mi arma directo a su cabeza sin titubear. Toda su postura, el magnetismo de su mirada, la cadena de oro decorando su cuello, todo él se convirtió en una masa gelatinosa, la mierda que piso cada vez que tengo que hacer mi trabajo.

Aburrida de sus explicaciones, indescifrables por el baño de lágrimas, decidí liberarlo de su repugnancia. ¿Es ético que una profesional se deje llevar por el disfrute? Solté una sonrisa y jalé el gatillo.