26.11.05

Torpe, tarado, bestia, animal...

No sé si es muy común, pero a mí me sucede siempre. Sentir culpabilidad sobre algo que no se ha hecho, sentir que te has vuelto un tramposo -porque todo indica que así es- cuando siempre jugaste correctamente. Mi expresión cambia, se desespera, mi lengua se adormece, choca con mi paladar y mis dientes cuando tengo que explicarme, defenderme, justificarme. No he sido ni infiel ni desleal, pero igual tengo que probarlo. Y lo más probable es que, tartamudeando y con sangre en la cara, demuestre todo lo contrario. Lo peor es que, por hacer tonteras, por actuar como adolescente, pensando que se trata de una intrascendencia, la hago llorar. Ella llora y yo agonizo viéndola transformar su dolor en gotitas saladas. Y todo por no terminar de crecer.

Perdóname, ¿sí?