23.8.07

Día mojado. Casi no paró de lloviznar, de garuar, porque hablar de lluvia no es hablar de Lima. Es una salpicadera fastidiosa, que moja por insistencia. Persistente la condenada. Denle un par de minutos y ni la notarán. Pensarán que se trató de una ropa mojada sacudida por el viento, de la que se desprendió algo de humedad, o de alguna persona jugando con sus manos recién lavadas. Pero que es persistente, lo es.

No salí mucho hoy. Sólo durante la tarde. Fueron en total como 3 horas. Mis zapatos se impregnaron de barro, mi pantalón también. Nada en especial sucedió. Me embarqué en la San Germán para llegar hasta la Av. Argentina, en donde por una china me dejaron en Minka. Fui a cobrar una plata, sólo eso. El camino lo dormí prácticamente. Cabeceadas al frente y una hacia atrás que me dejó más adolorido el cuello -los días anteriores sufrí el mismo dolor, pero amplificado, por un par de esas cabeceadas hacia atrás, tan violentas que reproducían algo parecido a una guillotinada-. Por suerte no degeneró en un dolor de cabeza. Después de recoger la plata, tomé otra de esas combis de a china y, luego de sentarme, me noté rodeado de camaradas. Entre ellos se hacían bromas. Empezó a sonar un celular y uno contestó. Otro le dijo: ¿Pa qué contestas?. No compare -decía el primero a quien hablaba del otro lado de la línea-, te has equivocado. No contestes, dijo nuevamente el segundo. Luego una cireada a una mujer policía apostada en alguna parte del camino. Risas. Chacota. No vuelvas a contestar. Cuando bajé en la Av. Faucett me sentí aliviado. Ahí la San Germán otra vez.

De ahí un par de apremios con un diseño en la oficina y luego de nuevo a la calle, ya como a las 5:30. Todo oscuro, apariencia de 6:30 por lo menos. Garúa, mucha, carro lleno, un Evifasa, hasta casi la municipalidad de Los Olivos. Visité a una doctora, cirujana plástica. Fue una reunión inusual. Ella no tenía voz. Me dijo en un principio que no podía hablar, así que lo hice yo. Pero, aún sin voz, ella hablaba. Y hablaba, y preguntaba. No se estuvo callada nunca. Recibió una llamada de celular, además. Buena gente. Hasta bonita. Pero hablaba sin voz. Era menos que un susurro. Terminamos casi 20 para las 7 de la noche. La calle otra vez encharcada, el cielo salpicando. El cielo negro. Caminé la cuadra que me separaba de Antúnez de Mayolo. Esperé un rato. Todo Universitaria, La Marina, Plaza San Miguel, Javier Prado, La Molina. Ya arriba, jugando a equilibrista, me puse los audífinos para aguantar el camino a casa.

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22.8.07

DOS MINUTOS

En dos minutos recordé cada una de las caras de toda mi familia.
Pensé, antes que en nadie, en Ella, de quien no sabía dónde estaba.
Durante esos dos minutos, creí que pocas cosas a mi alrededor quedarían en pie.
Creí que, quizás, el peso de mis miedos caería sobre mí hasta destrozarme.
Pensé, en esos dos minutos, que era la primera vez que realmente el piso se me movía, intentando hacerme caer, sin conseguirlo.
Pensé que nada sería como antes.
Para más de 500, ha sido así.
En 120 segundos puede cambiar todo. En 100, en 50, en 2 segundos.
Para la siguiente será. Esta vez, tuve suerte.

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3.8.07

12 HORAS

Estoy cumpliendo en estos momentos 12 horas de chamba. Estoy en la oficina aún, viendo que confirmen los avisos que he enviado. No pienso contar más de las 12 horas porque como me he metido al blog a postear esto como que ya no es chamba, no? Ya terminó la jornada.

Los viernes son harto difíciles. A ratos insoportables. Suena el teléfono fijo, suena el celular, llegan 4 correos electrónicos solicitando atención, llega gente de la calle pidiendo lo mismo, algunos exigiendo con algo de prepotencia y mala cara, yo tratando de diseñar lo que puedo y teniendo además dos diseños por atacar. A veces me aloco y pierdo el control. Otras, logro sobreponerme y la energía la consumo en velocidad para solucionar todo en poco rato.

Hoy, por ejemplo, no he estado de ánimo para responder con eficiencia. Mal, pero es la verdad. La mañana pausada, y yo que estaba medio somnoliento, contribuyeron a que los momentos de alta tensión me cogieran mal parado. Pero, como el balsero que vence al mar para llegar a la costa, como la ancianita que apura sus pobres pasos acortados por un mal de cadera mientras ajusta porque se orina y alcanza el water, o como el pelotudo que cruza la Túpac Amaru cuando el semáforo está por cambiar y tiene que pegar largas zancadas antes que le chanquen el culo, así como ellos yo he sobrevivido un viernes más. AMÉN.

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