3.6.07

HISTORIAS CLINICAS

La semana anterior, un tío mío murió tras una realmente penosa enfermedad. Un cáncer, esa enfermedad que te imaginas que nunca tendrás porque "cómo va a ser si me siento bien". Bueno, él lo padecía desde hacía buen tiempo y era ya un anciando cuando se la descubrieron. Él no era peruano, era esposo de una hermana de mi papá, la misma que murió en los noventa. Y murió de cáncer también. Bueno, no voy a escribir sobre el cáncer.

Esa misma semana, mi sobrino fue internado en una clínica por una fiebre furiosa y un dolor de cabeza insoportable. Su madre, mi hermana, lo había descubierto quejándose durante la noche, blabucenado incoherencias, delirando. Durante el día pensó que todo estaba controlado porque una pastillita había ayudado a bajar fiebre y dolor, pero ambos volvieron con fuerza pasadas unas horas y ella decidió lo de la clínica. Luego de varias pruebas, determinaron que era Meningitis. ¡¡¿¿Qué??!! dijimos todos. Calma, que no panda el cúnico. No era muy grave, parece que no del tipo contagioso, pero sí merecía ciertos cuidados para evitar posibles contagios. Además, la clínica no lo puso en cuarentena y eso decía mucho. Salió a la semana. Lo fui a visitar antes. Es un muchacho fuerte, tiene 16. Flaco, más que yo, pero fuerte.

Una semana antes de esa semana -o fueron dos-, yo estuve a punto de operarme de una hernia. Había tomado un viaje de vacaciones de una semana al Cuzco, con Ella, un viaje espectacular -con una experiencia de terror también gracias a un huayco del que no voy a comentar más por ahora, quizás nunca aquí porque ya fue-, y faltando un par de días para volver, quizás por "ciertos esfuerzos físicos", descubrí un bultito al lado de mi pene que al pasar de una hora aproximadamente se escondió. Hernia dije. Hernia dijo el médico que me examinó ya de vuelta a Lima. Como tengo un primo médico, le pedí que me contactara con un doc para operarme. Me dijo pues que el esposo de una prima, un medicazo, podía ser el indicado. Como es médico de un nivel extrasuperior, nunca me imaginé que fuera a dedicarle tiempo a una hernia. Pero sí, podía hacerlo y me dijo, cuando le llamé, que lo visitara para examinarme primero. Luego de bajarme los pantalones y mostrarle el lugar exacto donde había aparecido el bultito, me miró con cara de desconcierto. Pero no veo nada, me dijo. Es que se escondió, le dije. Tomó un ecógrafo -una enfermera lo asistió y daba vueltas pasándole lo que necesitaba y yo con las bolas al aire- y pasó y pasó el aparatito y, pos nada. Nada, me repitió. ¿Seguro que la viste?, me preguntó. Claro pe, dije peruanísimo. Me explicó que de nada valía operarme porque lo más seguro era que no encontraría nada. Que tomara un desinflamante y siguiera pa delante. Me fui aliviado. Y pensando que hay médicos que aprovechan lo mínimo para sacarte plata sin asegurarse primero que realmente necesitas de una intervención. Ufff, me salvé por un pelo.

Ay, la salud.

Etiquetas: