31.1.06

Cuando los años se cumplen

Anoche asistí al cumpleaños 75 de un tío de Ella. Se trataba de una sorpresa organizada por su esposa y sus hijos, porque 75 no se cumplen así nomás. La disfrutó mucho. Se emocionó con las palabras de su hijo, agradeció a todos su presencia y bailó algunas canciones bien antiguas, entre valses, boleros y cumbias. Y yo pensaba en lo cerca que se encuentra ese hombre de dejar de vivir. Poco adecuado para una celebración, supongo. El contraste se me hacía aún mayor por la presencia de dos de mis sobrinas, de esas que uno adopta cuando se casa. Son dos chicas de 17 y 19 años, vivaces y coquetas, lindas e imbuidas en sus asuntos, tan importantes para ellas y tan superficiales para los demás. A ellas la reunión les importaba tanto como la situación política nacional. Lo único de realmente urgente y trascendental era charlar sobre lo acontecido el último fin de semana, o el anterior, o el anterior. El tío cumpleañero, algo agotado por la jornada de trabajo, sonreía pero se desencajaba por momentos, quizás por la emoción contenida, quizás por las varias canciones que bailó en su juventud y que ahora sonaban tan igual, idénticas, que hace 50 años, quizás porque ya quería irse a la cama y nosotros estábamos ahí rindiéndole un homenaje que él no pidió. Digo quizás porque no tengo idea de lo que pasaba por su cabeza anoche. El tío es un hombre optimista, de buen humor -al menos delante de mí-, con una afección cardíaca controlada y al que la muerte, yo mismo le he oído comentarios sarcásticos al respecto, tiene que llegar tarde o temprano, así que para qué tanto alboroto.

Llegar a su edad me parece un imposible para mí. Seguro que él, de pronto, se ha sentido vestido con todos esos años que ahora tiene y que no hubiese querido nunca tener, que deseaba que todo se quedara como cuando tenía 20 ó 30 años. Sus amigos cercanos y sus parientes contemporáneos, entre ellos mis suegros, pensarán igual. Tan cerca de cruzar el umbral, y las chicas deseosas de que llegue el viernes para que ya sea sábado y poder salir con otros chicos y el domingo para irse a achicharrar a la playa hasta las 5 ó 6 de la tarde, y que empiece ya la universidad para acabarla ya y poder ser libres de salir a donde les dé la gana sin tener a tanto viejo alrededor limitándolas, juzgándolas, y que puedan mudarse para vivir por fin, porque falta mucho, tanto, una vida para que lleguen las canas, los dolores de hueso, la vista mala, la inmovilidad quizás, dios no lo quiera y otra vez la dependencia y de ahí, a un pasito, la muerte.

El verano recién empieza, en otoño ya se verá. El tío lo tiene que haber pensado alguna vez; a lo mejor mi suegro dijo algo parecido cuando recién enamoraba a mi suegra; las chicas no lo dirían así pero está escrito en sus cabezas; y yo lo pensé alguna vez, estoy seguro. Fue una bonita reunión.