19.7.07

Cosas que pasan

Hace un par de días sucedió algo y me hizo pensar. Además de atemorizarme, se quedó en mi cabeza y me hizo pensar. Yo trabajo en una oficina que tiene un mostrador para atender a la gente de la calle. Queda en San Martín de Porres. Ya no era la hora del almuerzo, pero mi comida recién llegaba en manos de la señora que la prepara. Ella se encontraba recibiendo mi moneda de 5 soles -el menú cuesta 4, a veces, porque si le agrega flan cuesta 6- cuando, de pronto, entra un muchacho.
Pelo húmedo, casaca grande y acolchada, mochila -hay una universidad cerca, así que es común verlos así-, chato. Me pregunta a cuánto el dólar. Lo tomé con humor. No podía creer que fuese tan ciego. En la entrada hay un cartel que indica que la oficina no es casa de cambio, pero en fin, le contesté igual. No somos una casa de cambio. El chato no cambió la expresión de su rostro, tranquila, sin sonrisa. Blanqueó los ojos, se dio media vuelta y se fue. La señora del menú parecía haberse divertido también con la equivocación del tipo. Pero fuera, en la vereda, una pareja de universitarios -aparentemente estos sí- no parecían compartir la diversión.


Les pregunté qué deseaban porque se habían quedado petrificados en el umbral de la entrada. Nos podemos quedar un ratito, dijeron, es que es un choro. ¿Un choro? dije pensando en un transeúnte cualquiera. Sí, el patita que entró nos enseñó una pistola en la cintura y algo dijo al irse, pero no le entendí, dijo el universitario.
Lo tomé a la risa al principio. La señora del menú dijo en voz muy alta: ve, con la cara de menso que tenía. Sí pues, asentí, menso. Ahí nomás ella se fue, casi junto a la pareja que aún andaba asustada. Yo agarré mi plato y me senté cerca de las computadoras para comer. No despegué la mirada de la comida mientras me llevaba el tenedor a la boca una y otra vez. Pensé lo fácil que pudo ser para el chato aquel sacar el arma de su cintura y amenazarme, obligarme a abrirle la reja que, supuestamente, nos da seguridad. Lo fácil que hubiese sido para él jalar el gatillo porque, sencillamente, le dio la gana de hacerlo. Lo fácil que pudo ser para él agregarme a las estadísticas de víctimas de asalto en San Martín de Porres -uno de los distritos más afectados por toda clase de crímenes en Lima-, cambiar mi presente, y el de mis cercanos. Pudo borrarme, si quería. Y no pasó. ¿Pasará? ¿Cuándo?

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2 Comments:

Blogger Unknown said...

Asuu, Buenoi man, hay que cuidarse pues, la vida vale mas que cualquier cosa, y bueno pues asi es lima, y sus distritos, uno nunca sabe cuando un loco puede matarte y asi cambiar todo lo que planeas, y eso es en todos lados!!
cuidate y suerte

julio 19, 2007 4:47 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias viejo. Aunque a veces, así te cuides, todo te cae encima. Pero igual. Ojalá Lima no fuese así.

julio 22, 2007 5:26 a. m.  

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